Aún los más jóvenes recuerdan al Hard Rock Café sobre la primera cuadra de Avenida Revolución. Hace 85 años —cuando aún no se inventaba la música de rock—, en ese mismo edificio, un hombre llegado de Navojoa, abría Club Corona, una cantina y lonchería que sin proponérselo llegó a ser una de las marcas más queridas de Tijuana, de la que todos tenemos un recuerdo distante o reciente y, por supuesto, un burrito favorito.
Por entonces, el fabuloso Casino de Agua Caliente aún seguía atrayendo visitantes a Tijuana, y la Avenida Revolución, una de las primeras pavimentadas de la ciudad, ya se había convertido en un oasis para los americanos que escapaban de la Ley Seca. Nos imaginamos esa época en blanco y negro; así podemos verla en algunas fotos históricas, donde la gente, la fiesta y la cerveza circulaban a toda hora cada día por la calle más famosa de la ciudad.
Club Corona empezó a servir platillos típicos de Sonora para que los clientes no se llenaran solo de alcohol. Poco tiempo después, cuando ya se habían instalado mesas de billar y la numerosa clientela necesitaba mantenerse animada y con la barriga llena, la creatividad sonorense hizo que con unas típicas tortillas sobaqueras de harina, machaca y frijol nacieran los primeros burritos de receta original. A la machaca le siguió el camarón —que iban a pescar directamente a Guaymas en un barco particular—, y el de langosta, que se traía a diario desde Puerto Nuevo. Los burritos fueron un rotundo éxito.
Ya en la década del 50, con mesas de billar y las primeras líneas de boliche de la ciudad, Club Corona era todo un destino para el visitante, pero también para los locales que disfrutaban de la privacidad del segundo piso, los cócteles y los famosos burritos.
La familia había crecido, y Polo, el hijo que jugaba en la cocina y acompañaba a su papá junto a la caja, tomó las riendas del negocio, diversificándolo con una embotelladora y distribuidora de licor, y ampliando la propuesta de entretenimiento con las líneas de boliche más modernas de la ciudad, traídas desde la capital del país.
Las opciones de líneas de boliche eran dos: la marca Bolerama, de Brunswick, que ofrecían las líneas en venta; y la marca Bol, de la cadena AMF, que daba las líneas en renta con la condición de agregarle la palabra «Bol» al nombre del negocio. Don Polo se decidió por la segunda opción y Club Corona pasó a llamarse Bol Corona.
Hasta los 70’s fueron años de crecer en clientela que elegía a Bol Corona como su pasatiempo favorito y el lugar donde calmar el apetito y el antojo con esos burritos únicos, de receta original e ingredientes frescos de indiscutible calidad.
Mientras nuevos boliches competidores surgían por la ciudad y el interés por este entretenimiento disminuía, Don Polo ya tenía en mente dedicarse solo al rubro gastronómico. Así fue que en el año 70 se abrió la primera sucursal exclusivamente para venta de los tradicionales burritos en la esquina de Blvd. Agua Caliente y Cuauhtémoc, en la conocida esquina de Portales.
Para el año 74, viendo el éxito de esa sucursal, Bol Corona de Avenida. Revolución se deshizo de las líneas de boliche y pasó a ser solo restaurante. Y en los 80’s, con la inauguración de la Plaza Comercial Revolución, se ampliaron como steakhouse, donde también se podían ver eventos deportivos en directo por televisión, que se disfrutaban entre burritos, deliciosos cortes y el original «Merequetengue», el guisado de la casa.
Entre las miles de anécdotas de Don Polo, una destaca su espíritu práctico, emprendedor y de acción: Cuando en los 80’s los canales de televisión iniciaron con las transmisiones de box con peleas importantes en vivo por sistema Pay Per View, Bol Corona era el único lugar con un decodificador disponible. Pero un día, cuando se iba a disputar una importante pelea, ya con los clientes a punto de llegar, el decodificador dejó de funcionar. Don Polo recordó que un amigo suyo en Chula Vista tenía un decodificador instalado y se fue para allá a grabar los primeros 5 rounds.
Regresó a toda velocidad a Tijuana para poner la grabación, mientras los clientes pedían los primeros tragos sin darse cuenta de que lo que veían no era en vivo. Al mismo tiempo, su amigo grababa los rounds restantes. Otra vez a Chula Vista por el nuevo cassette y de regreso a Bol Corona, donde los comensales estaban «muy entrados» en el minuto a minuto. Gracias a que entonces no había Twitter y a que las cervezas y los burritos mantuvieron los ánimos arriba, aquella histórica pelea terminó siendo un éxito en la caja registradora.
Siempre con la visión de que «la percepción del cliente es la correcta», Bol Corona fue adecuando su propuesta a lo que el público pedía y exigía. Durante los 80’s se abren nuevas sucursales de burritos en Plaza Patria, Otay y 5 y 10, así como una tortillería para abastecer a todos los restaurantes.
En 1990 un lamentable incendio acaba con la ubicación original de Av. Revolución y Bol Corona pasa a ser definitivamente una cadena de expendio de burritos con un menú más amplio, con los infaltables y originales de camarón, machaca sonorense, langosta y frijol.
Con nuevo impulso, en 2008 abren la sucursal 20 de Noviembre y remodelan el local y mejoran la propuesta en la sucursal Portales que, por entonces, ya tenía casi 40 años de ser el desayuno, el lonche y la cena de tijuanenses y visitantes de varias generaciones.
También una nueva generación toma las riendas de Bol Corona y la propuesta se amplía y se adecúa a nuevos clientes con expectativas y paladares más exigentes. Nuevas sucursales en distintos puntos como Blvd. Fundadores o Lomas de Agua Caliente hacen visible y acercan la marca a una ciudad que había crecido mil veces en dimensiones y población desde aquellos inicios de Bol Corona en 1934.
Hoy, Bol Corona propone nuevas experiencias de consumo, en locales cómodos, amplios y de buen diseño. Los menús suman bowls y ensaladas con ingredientes orgánicos y alternativos que acercan a un público nuevo, manteniendo bien firme el vínculo tradicional con sus clientes de todas las épocas y sus proveedores ciento por ciento locales. Son décadas de relación comercial que benefician al mercado tijuanense al cual dan trabajo, agregan valor y suman historia.Lo que inició como un negocio familiar con la vocación de la hospitalidad y el servicio, es hoy un icono de la Tijuana de todas las épocas dispuesto a seguir diciéndole a futuros tijuanenses «tómate una pausa, siéntate a gusto y #ÉchateUnBol